La muerte de un hijo
Hay muchos tipos de pérdidas, cada una de ellas conlleva un tiempo y un proceso personal dado que, tenemos distintas formas de asimilar los hechos que conlleva la ausencia física.
Dentro de nuestra sociedad cada pérdida tiene un nombre: si pierdes a tus padres te conviertes en huérfano, si pierdes a tu pareja eres viudo(a).
¿Qué nombre recibes si pierdes a un hijo(a)?
En definitiva este tipo de pérdida no tiene nombre y llega a considerarse un hecho “no natural” puesto que se tiene la creencia que por orden natural los hijos deben ser los que entierren a los padres y no viceversa.
El proceso de duelo en este caso, es más factible que se vuelva patológico, no parece existir lógica, ya que de acuerdo a la manera en que se dé la muerte no hay justificación posible para esta, considerándose una injusticia o castigo divino. Cuando se pasa por una enfermedad crónico-degenerativa terminal, se piensa que la familia de alguna manera se está “preparando” para un desenlace fatal, no obstante la “esperanza” no se pierde hasta el último momento, en tanto en el curso de la enfermedad se experimentan sentimientos tales como: angustia, sorpresa, impotencia y negación que van derivando el inicio de un proceso de Duelo Patológico.
¿Cómo puedo aceptar que mi hijo(a) ya no estará más?
En este punto se hace indispensable responder todos los porqués. Alrededor de la pérdida en caso de un padecimiento crónico-degenerativo, entre mayor información se tenga más se podría “ayudar” a comprender el proceso. Al tratarse por el contrario la pérdida se da de manera “arrebatada e inesperada” (accidentes, asesinato etc) el proceso se convierte más cuesta arriba, ya que se conjugan dos aspectos: la sorpresa de la pérdida inesperada y la pérdida de un miembro que inicialmente tenía toda una vida por delante.
Los hijos vienen a través de nosotros, por medio de ellos buscamos la trascendencia, nos sentimos seres completos conforme ellos van teniendo logros, su pérdida conlleva caer en un espiral de depresión del cual parece que no podremos salir.
¿Qué consejos se pueden dar ante la pérdida de un hijo(a)?
Al momento de atravesar por el duelo, es aconsejable contar con acompañamiento Tanatológico, esto será de vital apoyo para ir: “un día a la vez”, el saber que hay alguien que te orientará en este proceso, te escuchara, te dará contención, contar con un equipo multidisciplinario incluso en el área espiritual, irá acortando el camino del dolor y de la depresión.
Una de las partes claves dentro del proceso es “no aislarse” dado que a nivel familiar, todos han tenido la pérdida sólo que cada uno lo vive de manera distinta. Los padres en particular pasan por el mismo dolor, solo que cada uno lo puede expresar a su manera, alguno de ellos se sentirá más libre de llorar de querer permanecer en estado de letargo, mientras que el otro buscará formas de escape tales como: trabajar de más, buscar actividades que impliquen no estar en casa para no sentir la ausencia física y evadir su realidad; no por esto se debe dar por sentado que aquel que pasa más tiempo fuera, sea quien lo esté superando de una manera más rápida e incluso implique que ya no sienta dolor.
Superar la muerte de un hijo, no es algo que se llegue a realizar como tal, pero el aprender a vivir con esa ausencia y convertirla en algo positivo sí, aprender a ver las cosas desde otra perspectiva que pueda llevarnos a construir en nombre del amor, a algunos les sirve crear fundaciones a nombre de sus hijos, para de este modo encontrar consuelo en la pérdida, a otros escuchar a personas que están pasando por el mismo trance para hacerles sentir que: “no están solos”.
Incluso existen grupos de ayuda que se dedican a trabajar especialmente con padres que han pasado por la pérdida de un hijo, búscalos en tu comunidad, solemos pensar que lo que sentimos nadie más lo podrá entender y esto es cerrarnos la puerta a la “sanación” y caminar en círculos, debemos darnos cuenta que cada sentimiento es distinto, cada pérdida es única y lo que nos llevará a aprender a vivir con ellas, es re- significar, empezar a dejar el: ¿Por qué? Y empezar a trabajar en el: ¿Para qué?
¿Cuál sería tu para qué?
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Escrito por: Andrea Ramírez, Psicóloga
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