Duelo por la muerte de un padre

Duelo por la muerte de un padre

Hacía días ya que papá empezó a estar enfermo, lo llevamos al doctor y parecía que todo iba bien, nadie contaba con el desenlace que se presentaría, poco a poco las visitas al hospital se hicieron más constantes, llegaba el momento en que pasábamos más tiempo durmiendo en el sofá del cuarto de hospital que en nuestras camas, pero siempre tuvimos la esperanza y la fe en que se recuperaría y esto quedaría únicamente como un susto más.

Sin embargo no fue así, hoy estamos sepultando a nuestro padre y hay tantas emociones encontradas en esto, que no sé si podré estar bien “como antes”.

 

Día 1 sin ti papá

Me he puesto a escribir esto pues la Tanatóloga que estuvo con nosotros cuando papá murió nos dijo que escribir sobre lo que sentimos nos ayudaría a ir asimilando todo lo que ocurrió así que empiezo en este día a anotar como es estar sin ti papá.

Toda la casa se siente triste, no hay nada que nos dé un solo motivo para sonreír, vemos a las paredes donde están las fotos familiares colgadas y nos topamos con tu rostro, siempre risueño y feliz rodeado de tus hijos, pero esto en vez de darnos serenidad solo nos produce dolor y unas ganas infinitas de llorar…

 

Día 2

Estamos intentando adaptarnos a esta nueva vida sin ti, pero nos negamos a aceptar que al llegar a casa por la noche, no te veremos sentado en la mesa del comedor tomando café, esperándonos para que te contemos cómo estuvo nuestro día, ahora pasar por el comedor se ha convertido en un momento triste.

 

Día 3

Busqué la opción de visitar a la Tanatóloga para decirle que esto de escribir no funciona, en realidad no me siento bien, comienzo a sentir que no tiene sentido porque lo que escribo va dirigido para ti que ya no estás.

 

¿Y ahora qué sigue?

 

He dejado de contar los días y ahora acudo a terapia, me he dado cuenta que en realidad hay tantas cosas que no te dije, porque daba por sentado que tú las sabías y eso es ahora lo que me hace “tanto ruido”, me había estado negando a ir al cementerio porque no quería aceptar la realidad de que ya no estás, pero es un paso que se hace necesario para poder hablar contigo de todo lo que no te dije, sé que ya no escuchare tu voz dándome una respuesta, pero la terapeuta me asegura que así sentiré una carga menos, me ha pedido que anote en una hoja cada recuerdo que conservo de nuestra vida juntos, ya que eso me ayudará a sentir consuelo y a cerrar ese ciclo de cosas que no se dijeron.

Asistir al cementerio no me fue fácil pero logré estar de pie, frente a tu tumba y hablarte durante horas, mismas en las que las lágrimas caían por mi rostro tal como el día que nos dieron la noticia de que habías fallecido. En realidad hablarte me hizo sentir un descanso que hace mucho no tenía, voy un día a la vez, la terapeuta me dice que necesito expresar mis emociones, que no calle nada de lo que sienta, me explicó cada una de las etapas del Duelo y me habló de lo importante que es vivirlas para de esta manera llegar a la última: aceptación, aceptar que físicamente ya no estás, de una manera que duela menos y que sea sobrecogedora a la vez.

He estado haciendo ejercicios que me han ayudado a comprender la finalidad de todo, poco a poco voy recuperando mi ritmo de vida, ahora cada que paso frente al comedor me detengo un poco, sirvo una taza de café e imagino a papá que está frente a mí, le sonrió y le digo que todo va a estar bien, la tristeza aún permanece pero cada día va disminuyendo porque ahora tengo fe en que mi padre, fue feliz, que tuvo la vida que quiso tener, que se sintió orgulloso de nuestros logros y que quizás algún día lo vuelva a ver. Cada acción que llevo a cabo, desde ir al cementerio, la taza de café o recordar con la familia los buenos tiempos, me van ayudando a sanar su pérdida y a recordarlo como merece serlo, sonriendo, pleno y tomando nuestra mano como cuando éramos niños.

 

 

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Escrito por: Andrea Ramírez, Psicóloga

 

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