El dolor y el sufrimiento

El dolor y el sufrimiento

En esta sociedad se valora, se impulsa, se trata, se habla… de estar bien, estar alegre, tener éxito, conseguir logros, triunfar… Es una sociedad que evita el dolor. No lo quiere sentir. No quiere saber nada de él, no quiere tenerlo en cuenta. Y esto ha calado a todos los niveles, hasta puntos de los que no somos conscientes y que condicionan enormemente nuestra vida (sistema educativo, medios de comunicación, política, trabajo, decisiones, relaciones sociales, familiares, relaciones de “amor” …).

 

Esto quiere decir que puede que estemos preparados para esa parte que nos parece tan atractiva (aunque tengo mis dudas de que lo estemos, porque todo es cuestión de matices que lo cambian todo, y que no tenemos muy claros, pero este no es el sitio para desarrollar este tema ahora). Pero de lo que no tenemos ni idea es de vivir el dolor. De vivir la pérdida. Y menos de vivir la pérdida de un ser querido porque ha fallecido (en nuestro caso, de la pareja).

 

Y no nos paramos a pensar en ello. Y cuando llega, llega de sopetón, poniendo patas arriba absolutamente todo (nuestra “estructura segura” de creencias, forma de vida, planteamiento de vida, de relaciones, del amor, del sentido de la vida, del sentido de mi vida…). Y ese “todo patas arriba” viene acompañado de muchísimo dolor y sufrimiento. Y no tenemos ni idea de qué hacer ni cómo.

 

Me extiendo en esto porque es muy importante reconocer la importancia del dolor. Es muy importante asumir y comprender que el dolor es una parte fundamental de la vida que no podemos obviar ni evitar, y que necesitamos saber vivir, cuando llega, para no escapar, colapsarnos, o quedarnos bloqueadas, quedando en todos los casos atrapadas en un sufrimiento que nos hunde, que no sirve de nada, y que nuestra pareja jamás desearía para nosotras.

 

Si no reconocemos la importancia del dolor, no podemos abordarlo adecuadamente, no podemos vivirlo de forma sana, y las consecuencias pueden ser más graves y significativas de lo que imaginamos. Para ello hay que conocer los siguientes puntos que desarrollaré a continuación:

  1. El sufrimiento no sirve de nada y no significa que queramos más a nuestra pareja. El dolor, sí
  2. Cuando no queremos sentir el dolor y escapamos. La importancia de la vulnerabilidad.

 

1.- EL SUFRIMIENTO NO SIRVE DE NADA Y NO SIGNIFICA QUE QUERAMOS MÁS A NUESTRA PAREJA. EL DOLOR, SÍ.

Hablamos de dolor y sufrimiento pensando que hablamos prácticamente de lo mismo. En todo caso, pensamos que el sufrimiento es más intenso que el dolor. Aquí voy a referirme al planteamiento que, de estos dos conceptos, se realiza desde el mundo del crecimiento personal y espiritual, y que, bajo mi punto de vista, es clave.

 

El dolor es necesario y aparece cuando perdemos algo. Nos indica precisamente eso, que hemos perdido algo que para nosotros es valioso, importante. Cada una de nosotras vivimos esto de manera diferente, más o menos conscientemente. Y esto último es clave porque aquí aparece el sufrimiento.

 

Cuando no “tocamos el dolor” profunda y conscientemente, no podemos vivir las emociones adecuadamente. Y como consecuencia, nos quedamos estancadas en el sufrimiento, que es dolor sostenido en el tiempo porque no lo hemos vivido conscientemente, ni transformado. Es como si el proceso se hubiese quedado bloqueado en un punto, generando un dolor constante en el tiempo (sufrimiento).

 

Además, una reacción muy común es que nosotras mismas nos metemos en un agujero sin fondo. Es cierto que la pérdida de nuestra pareja es muy dolorosa. De hecho, es tremendamente dolorosa. Y cuando es inesperada y/o prematura, es trágica y dramática. De acuerdo. Pero esto es una cosa, y otra cosa es que alimentemos el drama con nuestros pensamientos una y otra vez. De forma que, en vez de sentir el dolor de manera profunda y desgarradoramente sana, pensamos mucho. Le damos vueltas a la cabeza continuamente. Le damos vueltas al por qué, a lo injusto de la situación, a mil cosas… (fechas, lugares, recuerdos…). Pensamos y pensamos, damos vueltas a la cabeza. Y así, en vez de sanar, nos hundimos cada vez más. Y, de nuevo, aparece el sufrimiento.

 

Este sufrimiento no nos ayuda en ningún caso, no significa que queramos más a nuestra pareja fallecida, y estoy segura de que no es lo que nuestra pareja quiere para nosotras. Además, a futuro, pueden surgir consecuencias más graves como depresión, problemas físicos, actitudes de escape dañinas (adicciones como al alcohol, trabajo, necesidad de estar con alguien…), no querer estar con nadie, conflictos, desgaste…

 

Esto no quiere decir que no lleguen fechas y no sea doloroso vivirlas, ni que evitemos tener recuerdos. Esto quiere decir que tenemos que aprender cómo vivir el dolor, cómo afrontar esas fechas, esos lugares en los que hemos vivido situaciones especiales con nuestra pareja. En los siguientes puntos sigo explicando.

 

2.- CUANDO NO QUEREMOS SENTIR EL DOLOR Y ESCAPAMOS. LA IMPORTANCIA DE LA VULNERABILIDAD.

El dolor duele en nuestro cuerpo físicamente, en nuestro corazón, en las entrañas, en la boca del estómago, en la garganta, en la cabeza… Y aparece también en forma de emociones como tristeza, desesperación, angustia, melancolía, añoranza, desolación, desasosiego y un largo etcétera… Y claro… duelen. Y como duelen, muchas veces las bloqueamos o evitamos.

 

Cuando las bloqueamos, aparece la tensión. Por lo tanto, cuando sintamos tensión corporal, o psíquica, pararos a sentir, porque posiblemente estéis bloqueando alguna emoción.

 

Cuando las evitamos, lo hacemos escapando inconscientemente mediante “distracciones”:

  • Quedar con amigos, familia, gente… de una manera compulsiva porque necesitamos estar con gente para no parar y sentir lo que sentimos. Esto no quiere decir que sea malo quedar con amigos, familia, gente… la cuestión es la intención inconsciente que hay detrás. Y cuando hablo de distracciones, en este caso, la intención inconsciente que hay detrás es no parar a sentir tanto dolor.
  • Hacer actividades por hacer. Llenar nuestra agenda, de nuevo, para no parar y sentir. Esto no quiere decir que hacer actividades sea malo. Lo que no ayuda es hacer por hacer, hacer cosas que no nos nutren ni nos alimentan simplemente para no parar. En este sentido, recomiendo hacer cosas o actividades que nos llenan, que dan sentido a nuestra vida. Y parar a sentir.
  • Enganches: alcohol, drogas, trabajo… En este caso, el alcohol y las drogas son calmantes del dolor que no queremos sentir. Y el trabajo, de nuevo nos distrae, nos entretiene, nos mantiene ocupados para no parar y sentir.

Llevando a cabo estas prácticas, por mucho que pase el tiempo, aunque nos parezca que hemos pasado el duelo, no lo habremos hecho de verdad. Porque no hemos vivido y transformado el dolor. Se ha quedado en alguna parte de nosotros, escondido. Y cuando menos lo esperemos, podrá salir en forma de depresión, ansiedad, estrés, o algún problema de salud.

 

Por otra parte, no nos tenemos que sentir culpables si estamos en alguna de estas circunstancias. De hecho, es muy normal. Posiblemente os habrá pasado que, como la mayoría de las personas no saben manejar el dolor, cuando nos ven pasarlo mal en el duelo por la muerte de nuestra pareja, nos intentan “forzar” a salir con amigos, a distraernos, a realizar actividades, nos dicen que somos jóvenes y podemos rehacer nuestra vida, y nos meten prisa para ello. Todo esto lo hacen para sacarnos de ese dolor porque no pueden soportar verlo de frente. Porque inconscientemente les muestra el dolor que llevan ellos dentro y que no quieren tocar. Y aunque lo hacen con muy buena intención, esta no es la mejor manera de ayudar. Porque no podemos sanar el dolor si no lo tocamos, si escapamos de él.

 

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Escrito por: Susana Hernández (Susana Fénix), Coach y Terapeuta.

 

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