Reconoce tu labor y sé libre
Veo a través de los días que estar en mi posición no ha sido fácil, hay momentos que la culpa me invade, aún despierto por las noches sobresaltado y el sonido del teléfono después de las 10:00 de la noche provoca que mi corazón se acelere y sienta que el aire me hace falta, esa sensación de asfixia además provoca que mis manos empiecen a sudar.
El especialista hace referencia que estoy atravesando por episodios de angustia, él le llama “Síndrome del Rol del Cuidador”, en realidad no entiendo muy bien a que se refiere ese término, pero investigando por mi cuenta, esta afectación se presenta en personas como yo, que durante algún tiempo fungimos como cuidadores de tiempo completo de algún familiar.
Una historia verídica
Permanecí durante meses al cuidado de mi Tío Javier le habían diagnosticado una enfermedad crónico-degenerativa, mi tío jamás se había casado. Por lo tanto, no tenía “familia” que se hiciera cargo de él, lo primero que tuvimos que hacer fue sentarnos a la mesa y empezar a acordar quién se haría cargo de él. Después de unas horas decidí ser yo quien lo apoyaría. Al inicio fue difícil y pensé que conforme pasarán los días nos habituaríamos a una rutina determinada. Pero no fue así… dado su padecimiento su estado emocional, iba de arriba hacia abajo, es decir, podía pasar de la tranquilidad, al enojo, la euforia, el llanto etc.
Sin darme cuenta, fui dejando de lado las otras actividades que antes realizaba, empecé a faltar al trabajo con mayor regularidad, dejé de salir con amigos y conocidos. Buscaba el apoyo de la familia, pero todos argumentaban que estaban ocupados con sus deberes como para ayudarme con el cuidado del tío Javier. Así que, dejé de considerar esa como una opción. Día a día mi tiempo se resumía únicamente en permanecer el mayor tiempo posible al lado de él, no me di cuenta que cada instante me iba menguando física y emocionalmente.
No recuerdo cuantas veces tuvimos que salir de casa rumbo al hospital, pero al inicio lo que era solo estar unas horas en sala de espera, poco a poco empezó a convertirse en días y semanas, los doctores iban y venían me explicaban cosas que en realidad no entendía. Me pedían que firmara, formatos de procedimientos que la mayoría de las veces, al no resultar, me hacían sentir culpable, porque creía que era mi responsabilidad que el tío Javier mejorará, algunas ocasiones me retiraba a casa por unas horas y entonces… el sonido del teléfono. Éste me hacía estremecer, porque las noticias del otro lado no eran alentadoras. Nadie en ningún momento se acercó a preguntarme si necesitaba algo, o el cómo me sentía en realidad creo que si me hubiesen preguntado no habría tenido una respuesta porque en ese momento quien menos importaba era yo.
Reconoce tu labor y sé libre
Irremediablemente la enfermedad avanzó y el tío Javier falleció. Sentí culpa porque quizás no tomé las mejores decisiones. Pero ahora entiendo que de acuerdo a mis posibilidades y alcances sobre el conocimiento de su padecimiento hice lo que me pareció mejor para él. Sé que debí buscar apoyo profesional en ese momento, pero reconozco que la situación me sobrepaso más de una vez.
Así, los estragos de lo que ahora presento me hacen sentirme consciente de la situación, nuevamente vivo un día a la vez.
Si tú que lees esto, estas pasando por una situación similar, déjame decirte que no debes estar solo, busca redes de apoyo, apoyo de un profesional, habla con tu familia y sobre todo, reconoce que no hay nada más que puedas hacer que lo que ya haces. Yo ahora empiezo a entenderlo y sé que nunca es tarde para estar bien, para recuperar tu vida y ser libre nuevamente.
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Escrito por: Andrea Ramírez, Psicóloga